domingo, 26 de febrero de 2006

EL MAR ROJO


Nosotras nos sumergimos en el Blue Hole bajando por la escalerita al final del muelle de madera que se ve a la derecha, en lugar de saltar desde un barco.


El Agujero Azul (Dahab, Egipto)


martes, 21 de febrero de 2006

INEVITABLE

Se que este video va a arrancar alguna que otra sonrisa.

Si es cuestion de confesar, no se preparar café
y no entiendo de futbol.
Creo que alguna vez fui infiel, juego mal hasta el parkes
y jamás uso reloj.
Y para ser mas franca, nadie piensa en ti
como lo hago yo, aunque te de lo mismo.

Si es cuestion de confesar, nunca duermo antes de diez,
ni me baño los domingos.
La verdad es que tambien, lloro una vez al mes,
sobre todo cuando hay frio.
Conmigo nada es facil, ya debes saber,
me conoces bien.(y sin ti todo es tan aburrido)

El cielo esta cansado ya de ver, la lluvia caer.
Y cada dia que pasa es uno mas, parecido a ayer.
No encuentro forma alguna de olvidarte porque
seguir amandote es inevitable.

Siempre supe que es mejor, cuando hay que hablar de dos,
empezar por uno mismo.
Ya sabras la situacion, aqui todo esta peor,
pero al menos aun respiro.
No tienes que decirlo, no vas a volver
te conozco bien.(ya buscare que hacer conmigo)

Siempre supe que es mejor, cuando hay que hablar de dos,
empezar por uno mismo.


sábado, 18 de febrero de 2006

Imprevisibilidad

Vivir, es prometerse vida, anticiparse a uno mismo. No parece posible, no lo es, vivir sin proyectar, sin anticipar, y cada anticipación es algo así como un salto en el vacío, un salto hacia lo que aún no es, el salto que hace posible que lo que no es, sea. Contar con lo que aún no es, es otra cosa que calcular o predecir: es arriesgar, apostar.
El juego y el arte son escenificaciones y celebraciones de lo que toda vida tiene de imponderable, de imprevisible.
La vida tiene, es, una imprevisibilidad irreductible a cualquier cuenta, a cualquier certeza. La existencia es un tiempo de riesgo: es el espacio temporal que permite el juego de las decisiones, que permite la movilidad, la transformación, el crecimiento.
La vida es actuación, no ensayo. Nacemos sin saber cómo se vive y morimos cuando ya no tenemos tiempo para vivir como aprendimos a hacerlo. Las cosas más importantes, ni se enseñan, ni se aprenden antes de hacerlas, tampoco, en general, da tiempo a programarlas y controlarlas: llaman a responder, no a calcular. Cada respuesta, cada riesgo, es una experiencia, no una repetición, y por eso mismo es una creación.
No se puede tener paz evitando (coartando) la vida. Ni paz, ni seguridad sin lo imponderable. Lo imprevisto, lo incierto, el riesgo, son nombres de la flexibilidad, la ductilidad.
Si vivir es anticipar y el anticipar produce temeridad: el miedo de abandonar lo que se es, por lo que se puede ser, es miedo a vivir. Para nuestra cultura vivir es controlar, dominar dominando, controlando, nos sentimos seguros, aseguramos que nada quede fuera de control, aunque lo que queda fuera, sea lo que en la vida escapa a todo control: lo que tiene de novedad, lo que solo en libertad llega a nacer.
Bajo el mito de la seguridad, nuestras decisiones, las que tomamos, las que son aplaudidas, tienen como meta no tener que tomar decisiones, no volver a decidir. Soñamos con lo estable, con lo que nos libere para siempre de la ansiedad de decidir, de los riesgos a asumir... Soñamos, sin saberlo, con la muerte.
El juego nos atrae porque está tan abierto a la victoria como a la derrota: nos atrae su riesgo, su imprevisibilidad. Sin ese riesgo cualquier juego, cualquier vida, sería un simulacro de vivir, una parodia. Asumir este riesgo, es asumir el coraje y la tensión de vivir. Asumirlo, es asumir la gravedad de la vida: su dignidad.

(Hugo Mujica)

pd: he leído esto y como siempre que leo algo bonito, he pensado que estaría bien incluirlo en mi cachito de intenné, asi que lo he retocado y lo he colgado para que lo lean todos mis amigos, pero sobre todo, esta vez he pensado en ti.

martes, 14 de febrero de 2006

14 de Febrero


Rosas, bombones, cena con velas, besos, confesiones de amor....

  • San Valentín, el origen de este festejado día.

  • Felicidades a los enamorados.

    lunes, 13 de febrero de 2006

    Publicidad

    Como se lo curran estos creativos franceces...


    jueves, 9 de febrero de 2006

    Esencia de Mujer - Por una Cabeza



    miércoles, 8 de febrero de 2006

    Tom Welling

    ¿Pero habeis visto esa boca, esa nariz, ese mentón, esos ojos, esas cejas, ese cuerpazo que corta la respiración....?

    Es la perfección hecha carne.

    Me, lo, quedo... meloquedo


    La Reina de los Condenados

    Giró un poco la cabeza; pareció un milagro cuando cerró los ojos; porque entonces la vida visible se apagó por completo en ella. Algo muerto, perfecto, delicadas pestañas negrísimas, arqueadas exquisitamente. Miré hacia su garganta; el azul pálido de la arteria bajo la piel, bien visible, como si ella quisiera que yo la contemplase. El deseo que sentí fue imparable. ¡La diosa, mía! La tomé violentamente, con una fuerza que habría malherido a una mujer mortal. La piel helada tenía un aspecto impenetrable; mis dientes la horadaron y de nuevo la ardiente fuente se desbordó en mi interior con gran estruendo.
    Las voces volvieron, pero se desvanecieron a una orden mía. Y no hubo nada excepto el torrente de sonido grave de la sangre y los lentos latidos de su corazón cerca del mío.

    Con ligereza ella se apartó de mí, y se deslizó por la deslumbradora blancura del suelo, girando lentamente en círculos, con la cabeza echada hacia atrás, como si estuviera danzando.

    Moverse, tocar cosas sólidas, pasar del reino de los sueños, pasar de todas las satisfacciones de las que ella me había hablado, al mundo real. Mirarla me cortaba la respiración. Sus vestidos eran intemporales, una capa de seda negra, un vestido de pliegues sedosos que giraba suavemente alrededor de su estrecha silueta. Desde los albores de la historia, la mujeres han llevado aquellos vestidos, y ahora los llevan en las salas de baile del mundo real. Quería abrazarla de nuevo, pero me lo prohibió con un delicado gesto repentino.

    Durante un tenso momento, me quedé simplemente mirándola, con su blanca mano que resplandecía apoyada en el canto de la puerta rota. Y tomé la decisión de estar a su lado. Fue como si un huracán me hubiera arrebatado, fragoroso y de fuerzas desatadas. ¡Ya estaba allí! Sentí que me estremecía de pies a cabeza. La piel de mi cara me dolió un poco, pero ¡qué importaba! Miré en sus ojos y sonreí.
    Era hermosa, tan hermosa. La diosa de largo y trenzado pelo negro. Impulsivamente la tomé en mis brazos y la besé, besé sus fríos labios y sentí que cedían ante mí solo un poco.
    Entonces, la blasfemia de aquel acto me sacudió. Era como cuando la había besado en la cripta. Quise decir algo como disculpa, pero de nuevo estaba contemplando su garganta, hambriento de sangre. Me torturaba saber que podía beber y saber quién era ella; ella, que podía haberme destruido en un segundo con nada más que el deseo de verme morir. Así había actuado con los demás. El peligro me provocaba emoción, oscura emoción. Cerré mis dedos en torno a sus brazos, sentí que su carne cedía, aunque sólo ligeramente. La volví a besar, una y otra vez. Y en los besos sentí el sabor de la sangre.—Renuncia a tus viejas ilusiones —dijo—. Deja a un lado tus inhibiciones. Ahora no tienen más utilidad que esas armas antiguas. Juntos, crearemos los mitos del mundo real.
    Un escalofrío me recorrió la columna vertebral, un tenebroso escalofrío de incredulidad y de confusión; pero su belleza lo aplacó.
    —Querías ser un santo cuando te arrodillaste en aquella capilla —dijo—. Ahora, conmigo, serás un dios.

    En la punta de mi lengua tenía palabras de protesta; estaba asustado; una sensación sombría se abatió sobre mí. Sus palabras, ¿que querrían decir?
    Pero repentinamente sentí que me abrazaba y que salíamos de la torre por el techo derruido, hacia arriba. El viento arreciaba con un tal ímpetu que me hería los párpados. Me volví hacia ella. Mi brazo derecho rodeó su cintura y hundí la cabeza en su hombro.
    Oí su suave voz en mi oído, diciéndome que durmiese. Pasarían varias horas antes de que el sol se pusiera en la tierra adonde nos dirigíamos, al lugar de la primera lección.
    Lección. De súbito lloraba de nuevo, aferrándome a ella; lloraba porque estaba perdido y ella era lo único a lo que me podía asir. Y estaba aterrorizado por lo que me pediría.

    (Anne Rice)