jueves, 15 de febrero de 2007

Otro año, otro santo, otras tierras, otras gentes


Este año San Valentín me pilla fuera de juego... para variar.

Hace muchos años que espero cariñitos, mimos y todas esas cosas que algunas mujeres tontas esperan de alguien amado, un día, que aunque comercial para los que están llenos de amor, es un pelín melancólico para los que se siente que juegan al escondite desde hace demasiado tiempo, con ese angelote con cara de simpático y con mu malísima hostia, pero este año más, mucho más; como siempre, pero más.

Echo de menos a mi familia, y cuando digo familia, no sólo me refiero a la de sangre, sino a TODA MI FAMILIA, porque aunque hace menos de una semana que no los veo, no es como otras veces, esta vez estoy aqui, ellos allí y de aqui no me mueve nadie hasta que haga todo lo que he venido a hacer... por lo menos.

Además me he cansado de gastar energías en este jueguecito que parece no llevarme a ninguna parte y me he ido a tomarme un birra londinense dejando al cabroncete escondido vete tú a saber donde, esperando (o no) a que lo encuentre. Sólo espero que cuando me de por volver no me lo encuentre disecado encerrado un armario desde hace decadas.

Asi que aqui estoy en la pérfida Albión, rodeada de agradables desconocidos, que parecen tener una gran chip (sin fish) metida en la boca, con un poco de cara de gilipollas de allá para acá todo el día como las locas, viendo cosas, buscando curro, casa, comida...respirando.

Me he acordado del angelote, porque aqui se regalan muchas flores y las chicas van como flotando sobre la húmeda acera, con sus ramitos y sus corazoncitos de cartulina roja pegados en las pecheras (mira que son horterillas algunos/as, ¿eh?) y para mi satisfacción, después de muchos años no he sentido ni media mijilla de melancolía por él, porque mi añoranza ahora es otra, pero sobre todo porque estoy repleta hasta las orejas de ilusiones nuevas.

Este año va a ser diferente, me lo dicen las tripas.