miércoles, 7 de noviembre de 2007

Yo, avestruz

En un par de días será el cumpleaños de una de las personas más importantes en mi vida. Este iba a ser un año muy especial, iba a dar el gran salto, pero ha cambiado de opinión y yo....yo me siento un poco rara.

Conste que a mi el matrimonio, lo que es el acto propiamente de casarse, me produce incluso un poco de malestar, digo, imaginarme a mi misma vestida de novia, en el altar, con casi toda mi familia y casi toda la familia de mi churri clavándome sus ojos en la espalda.. dios!, ¿y si me pica algo?, puff, quita, quita.
¿Que luego te quieres casar, por si uno de los dos palma y esas cosas?, pues muy bien, eso me parece fantástico, porque lo de contigo pan y cebolla, las perdices y todas esas cosas está muy bonito en los cuentos, pero luego en la vida real yo me levanto muy temprano todos los días para ir al curro, así que dejémonos de tonterías y seamos un poco prácticos: si te vas a ir al juzgado a firmar un rollo de ‘parejas de hecho’, firma que estás casado que tiene más ventajas, está más regulado y al fin y al cabo es la misma cosa, una firma en un papel.

Bueno que me lío en el bigote de una gamba, a lo que íbamos: que se casaba y ahora dice que no.

La cuestión es que yo le dije hace un tiempo que se lo pensara, que yo no veía ilusión en su relación, que veía que se estaba dejando llevar desde el principio.

Quizás por la edad (se nos pasa el arroz, o eso dicen), quizás porque todos en su círculo de amistad están emparejados y bien se yo lo duro que es encajar y tener una vida social cuando eres tú quien hace impar al grupo. La cuestión es que, de todos los pasos que había dado en su relación, yo no había visto que tomara la decisión de dar ni uno sólo y ahora se casaba.

Me dijo que estaba a gusto, yo le contesté que a menos de un año de su boda, si lo mejor que tenía que decir de su pareja es que estaba a gusto, quizás debía pararse a pensar que era lo que realmente esperaba de su vida en común, antes de que fuera demasiado tarde. Me repitió que estaba a gusto y yo entendí que con eso concluía nuestra conversación. Me había escuchado. Yo me sentía con la obligación de decírselo (juro que no lo habría hecho si no fuera una persona tan importante para mi) y fui escuchada, supongo que sintió la obligación de escucharme y contestarme algo medianamente razonable (imagino que no lo habría hecho si yo no fuera tan importante en su vida).

Ahora han suspendido la boda, que no es que se separen, ellos van a seguir viviendo juntos, estando juntos, pero que no se casan y me siento un poco rara.

No es que crea que se deben casar, pero en el fondo hubiera deseado que aquel día me hubiera contestado: ¿es que no lo entiendes?, ¿no se refleja en nuestros ojos el amor que sentimos el uno por el otro?, ¿cómo no ves que soy feliz?.

Ahora lo ha pensado y ha decidido no casarse y eso significa que…¿que?.
¿No es feliz?, ¿está dejándose llevar en una relación que no le aporta gran cosa?, ¿qué?... y lo que es peor, ¿qué me pasa?, ¿por qué ahora que se lo ha pensado mejor tampoco estoy conforme? .

Si yo viera felicidad en esos brillantes, almendrados e inmensos ojos castaños me quedaría en paz, me da igual que se case o no, esa es la verdad, pero no me atrevo a mirar en ellos demasiado profundamente, me da pavor ver algo que no quiero ver.