martes, 9 de marzo de 2010

Sueños

Era un día cálido, sin embargo soplaba una suave brisa lo suficiéntemente fuerte como para esconder un tesoro, una semillita. Nadie sabe de donde salió, pero allí estaba dejándose mecer, volando por los aires.
Pero esa brisa no duraría siempre y en el momento en que cesó, la semillita cayó. No hubo daño, su ligereza la ayudó al respecto y la suerte hizo que un poco más de brisa levantase algo de polvo, poco, que la enterró en las entrañas de la tierra.
Estuvo un tiempo calladita, pongámosle un par de meses, la semillita estaba preparada para aguantar mucho más antes de secarse, pero entonces rompió a llover.
La semillita sintió como explotaba de placer al beber esa agua limpia y fresca.

Tuvo suerte, nada se torció en su camino hacia el cielo, y el arbolito creció fuerte y sano y 4 años después, el robusto naranjo se cubrió de blanco azahar para cuajarse después de dulces y jugosas naranjas.

Milenios trasnscurrieron entre esa día y hoy, en el que con una visita al mercado y unos pocos céntimos, en todas las casas podemos disfrutar de los frutos de biznieto elevado a la 2.000-ésima potencia (o más), sin embargo pocas décadas nos separan del día que anoche soñé:

Medio sonámbula me dirigí a un huertecito, pequeño y reseco debido a la falta de lluvia y a la esterilidad de la tierra producida por la siembra de productos transgénicos de soja y similares.
Miré mi naranjo, el último que quedaba vivo en mi pequeño huerto, sabiendo que esas pocas naranjas eran las últimas que mi débil arbolito iba a darme y las arranqué.
Entré en mi casa, saqué de la despensa el exprimidor, corté pacientemente cada naranja intentando no desperdiciar ni una sola gota del preciado elemento, consciente de que probáblemente no lo iba a probar nunca más y las exprimí.

Cuando terminé de exprimir la última naranja saqué mi vaso más bonito y derramé el zumo dentro y fui a por una banqueta para saborear lentamente mi manjar.
Cuando me dirigía de nuevo a la cocina vi un movimiento por el rabillo del ojo y aceleré mi paso hacia la cocina para ver que era y entonces lo vi, era mi primo bebiéndose de pié al lado de la encimera de la cocina, con un balón bajo el brazo mi zumo de naranja, de un sólo tirón y sin respirar.

¡¿Que haces?! - le grité más herida que enfadada.
Uff, prima, venía muerto de sed y no encontraba la botella de agua, ¡que bueno estaba esto! - respondió el sin darle importancia a mi cara roja.
Era la ultima naranja del planeta, era el ultimo zumo de naranja natural que iba a tomar , sabes que el gobierno no ha salvado las naranjas y te lo has bebido porque no encontrabas las botella de agua - dije yo casi con lágrimas de impotencia en los ojos.
Que exagerada eres, ¡por dios!, ¡que harto estoy de los alarmistas!, el gobierno ha asegurado agua depurada y semillas transgénicas de al menos 10 tipos de frutas y verduras distintas para más de un año. Si no se han podido salvar las naranjas, pues beberemos zumo de pomelo, ¡Estos verdes pesados!. Me voy.


Cuando desperté publiqué en mi estado del facebook, algo así como: "me pregunto si todavía queda alguien que niegue el cambio climático".
Para mi pesar y sin demasiada sorpresa, he encontrado varios comentarios del tipo de mi primo en el sueño, así que esta mañana, como todas, me he tomado mi zumo de naranja fresca, pero hoy me he sentido más privilegiada que nunca porque, por primera vez, no lo doy por hecho.


miércoles, 3 de marzo de 2010

Algo pequeñito

No soy muy fan de Eurovisión y nunca lo veo, sin embargo siempre procuro escuchar la canción que nos representará y así lo he hecho este año.

Confieso que no me parece una canción ganadora de Eurovisión, independientemente de que ese concurso se ha convertido en politiqueo y premian cualquier cosa menos el arte, la buena música y el buen hacer, esa es mi opinión.

La cosa es que si la escuchas con atención es pegadiza, tiene un punto antiguo, pero sobre todo, mi sorpresa llegó cuando me paré a escuchar la letra (defecto que tengo desde que tengo uso de razón y por el cual, como dicen mis amigas, "me las se todas") y encontré una historía a punto de finalizar y una súplica de alguien famélico de ternura, que ve como su gran historia de amor se va al traste sin remedio, no por grandes razones, sino por algo pequeñito como una rosa blanca, una caricia, un beso dulce, un perdón, un gesto tierno, una mirada, un abrazo o un simple te quiero dicho con dulzura, con cariño y con pasión.

Yo lo se, yo se, que todo puede "estar bien" entre dos personas que se aman, que sienten que hay un compromiso, deseo, que se ríen, que se llevan bien, que comparten gustos y aficiones y aún así puede no ser suficiente si uno de los dos nunca, o prácticamente nunca, recibe esas cosas que le ponen sal a la vida, esas cosas pequeñitas.

Lo malo de los ultimatums, es que si no pasa lo mismo que en esta canción y no encuentras una respuesta positiva, incluso a pesar del amor, la relación acaba, incluso a pesar de que no lo haga el amor.



Algo pequeñito,
Algo chiquitito,
cosas simples que ahora no me das
que te pido con locura si no quieres terminar

Algo pequeñito,
Algo chiquitito,
En tus manos tienes la ocasión
Hoy decides si quererme
O romperme el corazón.