sábado, 29 de julio de 2006

Oliverio Girondo

No se, me importa un pito que las mujeres tengan los senos como magnolias o como pasas de higo; un cutis de durazno o de papel de lija.

Le doy una importancia igual a cero, al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco o con un aliento insecticida.

Soy perfectamente capaz de sorportarles una nariz que sacaría el primer premio en una exposición de zanahorias; ¡pero eso sí! -y en esto soy irreductible- no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar.

Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretendan seducirme!.

Ésta fue —y no otra— la razón de que me enamorase, tan locamente, de María Luisa.

¿Qué me importaban sus labios por entregas y sus encelos sulfurosos? ¿Qué me importaban sus extremidades de palmípedo y sus miradas de pronóstico reservado?
¡María Luisa era una verdadera pluma!

Desde el amanecer volaba del dormitorio a la cocina, volaba del comedor a la despensa. Volando me preparaba el baño, la camisa. Volando realizaba sus compras, sus quehaceres.

¡Con qué impaciencia yo esperaba que volviese, volando, de algún paseo por los alrededores! Allí lejos, perdido entre las nubes, un puntito rosado. “¡María Luisa! ¡María Luisa!”... y a los pocos segundos, ya me abrazaba con sus piernas de pluma, para llevarme, volando, a cualquier parte.

Durante kilómetros de silencio planeábamos una caricia que nos aproximaba al paraíso; durante horas enteras nos anidábamos en una nube, como dos ángeles, y de repente, en tirabuzón, en hoja muerta, el aterrizaje forzoso de un espasmo.

¡Qué delicia la de tener una mujer tan ligera..., aunque nos haga ver, de vez en cuando, las estrellas! ¡Qué voluptuosidad la de pasarse los días entre las nubes la de pasarse las noches de un solo vuelo!

Después de conocer una mujer etérea, ¿puede brindarnos alguna clase de atractivos una mujer terrestre? ¿Verdad que no hay una diferencia sustancial entre vivir con una vaca o con una mujer que tenga las nalgas a setenta y ocho centímetros del suelo?

Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender la seducción de una mujer pedestre, y por más empeño que ponga en concebirlo, no me es posible ni tan siquiera imaginar que pueda hacerse el amor más que volando.



8 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues lamento contradecirte, pero el poema no es de Benedetti. Muchos de los que salen en ese "ladrillo" de pelicula son de el. Incluso "el" es el.

Pero no ese poema.

En concreto ese que citas es de Oliverio Girondo. Se trata de una cosa llamada "Espantapajaros 1", de lo cual se deduce que el mismo autor es capaz de castigarnos con muchos mas espantapajaros. Yo he encontrado un "ocho".

Quizas me fastidie este poema en particular porque me recuerda que frente a un buen culo o unas buenas tetas... no hay alas que valgan.

Chipsoni@ dijo...

Oiiiiido cocina, cambio el título, amplío la poesía y busco lo de las tetas entrelineas ;-)

Anónimo dijo...

Ladrillo de película????????????
Como se nota que algunos hombres no saben volar!!!
El día que vueles, verás la luz, y te darás cuenta de que las tetas en el fondo dan igual.

Cuanta incultura sexuarl por dió!

Chipsoni@ dijo...

No te enrrites Di, se que esta de broma, a él le gustan todas las tetas: grandes, pequeñas, caídas y recogidas ;-)

Anónimo dijo...

¡No es cierto! ¡No me gustan todas las tetas! Solo "casi" todas. Y... si, si... seguro que las tias cuando os gusta un tio os fijais lo primero en si sabe volar... En todo caso contara que sea piloto.

Chipsoni@ dijo...

Aich Juanjo, ¡asi no hay quien te defiendaaaaaa!.

Por cierto, la semana que viene a por el corcho: concentración y prometo no volver a meter el pinrel de esa manera.

Anónimo dijo...

Una película muy peculiar, con trocitos emocionantes y otros que no lo son tanto. Batió el record de permanencia en los cines de Barcelona, concretamente en los Verdi, pues aguantó durante años.

aSIMOV dijo...

Buscando el poema de Oliverio Girondo encontre este blog.

Me da gusto leerlo y ver que hay muchos comentarios.

Saludos